Tus hijos

Tus hijos no son tus hijos, son hijos
e hijas de la vida, deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti,
y aunque estén contigo, no te pertenecen.
Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos
pues ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos, pero no sus almas,
porque ellas viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar, ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos, pero
no procures hacerlos semejantes a ti,
porque la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual tus hijos,
como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación en tu mano
de arquero, sea para la felicidad.

Kahlil Gibran

 
  

 

¿Quien es tu mamá?

Para todas las mamás y futuras mamás…

FELIZ DÍA DE LA MADRE!!

 
"-Mamá es esa señora con bigote y trencitas en los pelos de las piernas que jura que en cuanto tenga un huequito, sólo uno, se depila.
-Mamá es esa señora que lleva en el bolso un pañuelo con mis mocos, un paquete de toallitas, un chupete y un pañal de emergencia.
-Mamá es ese cohete tan rápido que va por casa disparado y que está en todas partes al mismo tiempo
-Mamá es esa malabarista que pone lavadoras con el abrigo puesto mientras le abre la puerta al gato con la otra, sosteniendo el correo con la barbilla y apartándome del cubo de basura con el pie.
-Mamá es esa maga que puede hacer desaparecer lágrimas con un beso.
-Mamá es esa forzuda capaz de coger en un solo brazo mis 15 kilos mientras con el otro entra el carro lleno de compra.
-Mamá es esa campeona de atletismo capaz de llegar en décimas de segundo de 0 a 100 para evitar que me descuerne por las escaleras.
-Mamá es esa heroína que vence siempre a mis pesadillas con una caricia.
-Mamá es esa señora con el pelo de dos colores, que dice que en cuanto tenga otro huequito, sólo otro, va a la pelu.
-Mamá es ese cuentacuentos que lee e inventa las historias más divertidas sólo para mí.
-Mamá es esa cheff que es capaz de hacerme una cena riquísima con dos tonterías que quedaban en la nevera porque se le olvidó comprar, aunque se quede ella sin cena.
-Mamá es ese médico que sabe con sólo mirarme si tengo fiebre, cuánta, y lo que tiene que hacer.
-Mamá es esa economista capaz de ponerse la ropa de hace cientos de años para que yo vaya bien guapo.
-Mamá es esa cantante que todas las noches canta la canción más dulce mientras me acuna un ratito.
-Mamá es esa payasa que hace que me tronche de risa con solo mover la cara.
-Mamá es esa sonámbula que puede levantarse dormida a las 4 de la mañana, mirar si me he hecho pis, cambiarme el pañal, darme jarabe para la tos, un poco de agua, ponerme el chupete, todo a oscuras y sin despertarse.
¿La ves? Es aquélla, la más guapa, la que sonríe."

 

El burrito descontento

Érase que se era un día de invierno muy crudo. En el campo nevaba copiosamente, y dentro de una casa de labor, en su establo, había un Burrito que miraba a través del cristal de la ventana. Junto a él tenía el pesebre cubierto de paja seca. – Paja seca! – se decía el Burrito, despreciándola. Vaya una cosa que me pone mi amo! Ay, cuándo se acabará el invierno y llegará la primavera, para poder comer hierba fresca y jugosa de la que crece por todas partes, en prado y junto al camino!

 

Así suspirando el Burrito de nuestro cuento, fue llegando la primavera, y con la ansiada estación creció hermosa hierba verde en gran abundancia. El Burrito se puso muy contento; pero, sin embargo, le duró muy poco tiempo esta alegría. El campesino segó la hierba y luego la cargó a lomos del Burrito y la llevó a casa. Y luego volvió y la cargó nuevamente. Y otra vez. Y otra. De manera que al Burrito ya no le agradaba la primavera, a pesar de lo alegre que era y de su hierba verde.

 

Ay, cuándo llegará el verano, para no tener que cargar tanta hierba del prado! Vino el verano; mas no por hacer mucho calor mejoró la suerte del animal. Porque su amo le sacaba al campo y le cargaba con mieses y con todos los productos cosechados en sus huertos. El Burrito descontento sudaba la gota gorda, porque tenía que trabajar bajo los ardores del Sol. – Ay, qué ganas tengo de que llegue el otoño! Así dejaré de cargar haces de paja, y tampoco tendré que llevar sacos de trigo al molino para que allí hagan harina. Así se lamentaba el descontento, y ésta era la única esperanza que le quedaba, porque ni en primavera ni en verano había mejorado su situación.

 

Pasó el tiempo… Llegó el otoño. Pero, qué ocurrió? El criado sacaba del establo al Burrito cada día y le ponía la albarda. – Arre, arre! En la huerta nos están esperando muchos cestos de fruta para llevar a la bodega. El Burrito iba y venía de casa a la huerta y de la huerta a la casa, y en tanto que caminaba en silencio, reflexionaba que no había mejorado su condición con el cambio de estaciones.

 

El Burrito se veía cargado con manzanas, con patatas, con mil suministros para la casa. Aquella tarde le habían cargado con un gran acopio de leña, y el animal, caminando hacia la casa, iba razonando a su manera: – Si nada me gustó la primavera, menos aún me agrado el verano, y el otoño tampoco me parece cosa buena, Oh, que ganas tengo de que llegue el invierno! Ya sé que entonces no tendré la jugosa hierba que con tanto afán deseaba. Pero, al menos, podré descasar cuanto me apetezca. Bienvenido sea el invierno! Tendré en el pesebre solamente paja seca, pero la comeré con el mayor contento.

Y cuando por fin, llegó el invierno, el Burrito fue muy feliz. Vivía descansado en su cómodo establo, y, acordándose de las anteriores penalidades, comía con buena gana la paja que le ponían en el pesebre.

 

Ya no tenía las ambiciones que entristecieron su vida anterior. Ahora contemplaba desde su caliente establo el caer de los copos de nieve, y al Burrito descontento (que ya no lo era) se le ocurrió este pensamiento, que todos nosotros debemos recordar siempre, y así iremos caminando satisfechos por los senderos de la vida: Contentarnos con nuestra suerte es el secreto de la felicidad.

 

¿Que pasaría si los hombres se quedaran embarazados?

Dicen que la población está envejeciendo. Los políticos piden niños, no hay más que ver la que se ha montado con el primer niño del milenio, que menuda paliza nada más nacer… Pues no es por culpa de las mujeres, nosotras ya hacemos lo que podemos, de hecho parimos, aunque tal y como está el empleo ponte a pedir bajas maternales… Por eso yo creo que si quieren que haya más niños, que los hombres también se embaracen. Auque no sé si eso solucionaría el problema, porque… ¿se imaginan lo que pasaría si los hombres se quedasen embarazados?

Por ejemplo, está claro que los hombres son unos flojos. No soportan el dolor. Así como las mujeres aguantamos casi hasta el último día yendo a trabajar, ellos, con lo quejicas que son, en el momento en que les diera positiva la prueba entrarían amarillos en el despacho del jefe con al rana tiesa en la mano:
– Mire, mire cómo estamos… Deme la baja, que ya tengo náuseas, vengo vomitando desde el laboratorio por la ventanilla.

Cuando estamos embarazadas, ellos saben que no pintan nada, pero como se empeñan en agradarnos, no paran de hacernos preguntas:
– ¿Qué tal te encuentras?
– Muy bien, estoy fenomenal.
– ¿Pero te encuentras bien de verdad?
– Sí, mi amor, ya te lo he dicho…
– Es increíble lo bien que te encuentras, ¿verdad?
– Que sí, que estoy bien… no te preocupes, no me pasa nada.
Al final eres tú la que acabas tranquilizándole a él.

Si los embarazados fuesen ellos, las respuestas serían distintas:
– Antonio, ¿qué tal estas?
– Jodido, yo creo que estoy perdiendo hasta la vista.
– Pero, ¿tan mal te encuentras?
– Fatal, me quedan dos telediarios. Vas a tener que criar a nuestro hijo tú sola.
– Es increíble lo mal que te encuentras, ¿verdad?
– Y lo que me callo, pa’ no asustarte, que la procesión va por dentro.

Total, que al final también le acabas tranquilizando tú.

Las mujeres, cuando estamos embarazadas, tenemos antojos porque se nos agudiza el sentido del olfato. Puedes oler las palomitas del cine que está en la otra manzana, o el marisco a la plancha del bar que está dos calles más abajo:
– Quiero marisco.
Y te lo trae, porque ya saben eso que dicen, que si no te conceden un antojo luego al niño le sale en el cuerpo, y claro, él no quiere que el niño nazca con cara de gamba, aunque luego sea el más gamba de su clase…

Si los hombres se quedasen embarazados sus antojos serían distintos. Con lo simples que son, se despertarían a medianoche diciendo:
– ¡Quiero una Black & Decker! ¡Necesito hacer agujeros, ya!
Y tú se la traerías, porque no te gustaría que el niño naciese con la nariz retorcida como una broca.

También cambiaría la preparación al parto. Las mujeres no tenemos problemas con eso de tirarnos al suelo. Y respirar ahora sí, ahora no durante horas y horas. A los hombres en cuanto les dijeran: “Vamos a hacer ejercicios de relajación”, se sentarían en una mesa y sacarían el dominó:
– ¡Venga, pito doble!

Una pregunta: con la tripa que tienen ya algunos hombres, ¿cómo se les pondrá cuando estén embarazados de treinta y dos semanas? Como un dirigible. Más de uno en vez de romper aguas, romperán cerveza.

Otra: ¿se moverá el niño más en el vientre del hombre? Seguro que sí, sobre todo cuando se pongan a roncar. ¿Cómo va a saber el niño que tiene que hacer tsk, tsk, tsk, para detener el terremoto?

Y una última pregunta: ¿qué harán los hombres cuando sientan las pataditas del bebé? Las mujeres nos emocionamos y decimos: “Mira, mira, se ha movido.” Ellos directamente cantarán el gol: “¡Gol! ¡Gol de mi chico!”.

Y, en vez de ponerle música clásica para que el niño salga más inteligente, pondrán el Carrusel Deportivo:
– Es que así se relaja el niño, es oír el gol en Las Gaunas y se queda como una malva. ¡Esto sí que es un clásico!

Una de las cosas que más cambiaría sería el cochecito. Nosotras, que somos más prácticas, el único accesorio que le ponemos es una sombrilla, por si hace sol. Los hombres no soportarían comprarse algo que incluyese la palabra “coche” sin llenarlo de chorradas. Seguro que los venderían en los concesionarios. Se pondrían insoportables: – El mío tiene radio extraíble, es descapotable y lleva llantas de aluminio, y un alerón… No habría ningún cochecito sin alerón. Luego habrías que verles, picándose en el paseo y haciendo adelantamientos, y el pobre niño con cara de velocidad.

Y el colmo: si a los hombres ya no hay quien les soporte cuando se ponen a contar su mili en plan fantasma… para aguantarlos contando el parto:
– ¡Bufff! Lo mío sí que fue un parto con dolor. Se había acabado la epidural, la matrona y el médico sentados encima de la tripa porque llevábamos cinco horas y nada. El niño intentándolo hacia arriba, que ya estaban pensando en sacármelo por la boca. ¡Todos atacaos! Y yo: “Tranquilos; a ver, dame la tijera que me voy a hacer la cesárea…”. Tras, tras, unas puntaditas… y así que salí andando del quirófano, con mi niño en brazos, que se quedaron alucinaos.

En fin, que pensándolo bien, prefiero parir a mi hijo antes que tener que aguantar a un hombre embarazado.

Conste que aqui el futuro papi siempre ha dicho que no le hubiera importado que la naturaleza fuese más benévola con los hombres y tener el al bebito… y dicho sea de paso, a veces, me da pena, que ellos no puedan saber lo que se siente…

Aún con todo… dejo este monologo para echarnos unas risas!!

Padres primerizos… para reir un rato!!.

Porque ser padre primerizo es como vivir dentro de una película de terror; hay muñecos inquietantes por toda la casa, oyes ruidos extraños y no puedes dormir tranquilo porque sabes que en cualquier momento te van a dar un susto. Y no sólo pasas miedo en casa ¿eh? En el coche también vas en tensión. Estás todo el rato mirando hacia atrás, para ver si el niño sigue ahí. ¿Pero cómo se va a escapar? ¡Si va más atado que Hannibal Lecter!

Ser padre primerizo es como vivir en Psicosis: Necesitas a tu madre más que Norman Bates, y las peores escenas son en la bañera. Porque, claro, tú ves a tu mujer bañando al niño tan tranquila, como si fregara una ensaladera…, hasta que un día dice:
— Venga, hoy lo bañas tú.
— ¿Yo? ¿Pero sabe nadar?
— Venga, padrazo, que te va a encantar…
Y tú miras al niño y piensas: "Este niño no está sucio". Así que lo metes en el agua y lo sacas, como si mojaras un donuts.
— Ya.
Y ella:
— ¿Y el champú?
— ¿Champú? ¡Pero si es calvo!
Y te lo vuelve a encasquetar:
— ¡Venga báñalo…! ¡PERO CON MÁS GRACIA, HIJO!
¡Ni que fuera tan fácil! ¡El jodío se mueve más rápido que Jackie Chan!
Y ella:
— ¡Cuidado con la cabecita, que todavía no la tiene cerrada!
— … ¿Y por qué no se la has cerrado antes de dármelo?
Yo creo que los niños deberían nacer con un asa en la espalda; así, para bañarlo, lo cogerías tranquilamente y lo pondrías debajo del grifo.

Pensándolo bien, ser padre novato es peor que Psicosis, porque Norman Bates tenía una madre, pero es que tú tienes dos; tu madre y tu suegra.
Una dice:
— Los pies es mejor que los lleve al aire.
Y la otra:
— Los constipados se cogen por los pies.
Y, claro, no hay quien se aclare.

Un día está llorando el niño, voy a cogerlo y me dice mi mujer:
— ¡No lo cojas…! ¡Que dice mi madre que se acostumbra!
Y tú:
— Pues la mía dice que, si llora mucho, se puede herniar…
— Tu madre sí que se hernió criándote a ti, que estás más mimado que Borja Thyssen…

Cuando tienes un hijo, te pasa también como en estas películas de extraterrestres, en las que los marcianos te abducen y te controlan la mente. Porque uno se pone frente a un niño, el niño te mira, automáticamente, quedas abducido y pasas a hablar el idioma del niño:
— Cuchicuchicuchiiii….
¡Y el niño te comprende!
— A-jo, a-jo.
Es terrorífico. Todo el mundo queda abducido cuando habla con un bebé:"mira, el guau guau", "Burrum, burrum", "Cucu, ¡tras!"… Yo creo que nos poseen, porque tú ves un bebe con la barriga al aire y pierdes el control:
— ¡Prrrrrrrrrzzzzzz!
¡Hay que ver cómo les hablamos a los niños…! El ring rign, el rumm rumm, el miau miau… Y luego le echamos la culpa a la ESO de que los jóvenes se expresen mal.

Pero lo verdaderamente horripilante de tener un bebé es cuando tu mujer te dice:
—Esta tarde te vas a quedar solo con el niño.
Suena como si dijera: "Esta tarde tienes que operar a Montserrat Caballé de las cuerdas vocales"
— Chico, si es muy fácil, sólo tienes que darle el biberón y cambiarle cuando se haga caca…
Lo del biberón lo llevo bien. Yo se lo enchufo… el tío deja la boca floja, y se le sale todo. Se lo vuelvo a enchufar, se me queda mirando como Jesús Quintero… y lo vuelve a echar. Pero no puede conmigo. Yo no paro hasta que consigo que toda la leche del biberón… pase al babero.
Eso sí, luego, a mi mujer le digo:
— Mira, todo. Se lo ha tomado con un ansia… que yo creo que se tomaría otro, pero dáselo tú ¿eh?

Lo que llevo mal es lo de la caca. Abrir un pañal da un miedo que el que se caga eres tú. Porque ella te dice:
— Si llora, cámbiale y mira a ver si la caca es buena.
— ¿Cómo lo haces? ¿la pruebas?
Pues, a veces, casi. Porque tú lo estás cambiando, que va cagado hasta arriba, y de repente le entra hipo… Y dices: "¿Qué es primero, el hipo o la caca?" Tú piensas: "La caca es primero" Le levantas así las piernecitas, para sacar el pañal, en ésas hace "hip!", se te suelta una pierna, la mete en  el pastelón, y te salpica en todo el ojo. ¡Vamos, que para cambiarle me he comprado unas gafas de soldador!
Yo a estas alturas, soy todo un experto en cacas: en todas sus consistencias y colores. Marrón caca clásico: todo va bien. Marrón oscuro en bolitas, estilo cabra: hay que darle zumito de naranja. Verde pistacho: está echando un diente. Amarillo líquido: hay que ir al pediatra, que se deshidrata… Pero lo peor es la caca fantasma, que es cuando el niño huele mal, le quitas el pañal y no hay nada. Y así pasa que, cuando vuelve a oler mal, dices: "A mí no me la das"; sin quitarle el pañal metes el dedo y…. ¡te la da!

Pero, además de todo esto, el bebé tiene un arma secreta: los lloros. Y los tiene de todos los tipos:

Está el "Te doy tiempo a venir antes de montarla" que es así:
— Eheh, eheh, eheh, eheh, eheh, ¡Eeeggg!
El llanto "Alarma de coche":
— Güe-é,güe-e, güe-é, güe-é, güe-é…
Y luego está el de "Voy a acabar con tus nervios".
— ¡Güi, güec…güi güec,…., güec…güi, gïec…güi…!
Y todo el mundo cree saber por qué lloran :"Eso es que tiene hambre, "Eso es que tiene sueño". "No no… Eso es que tiene gases y no los sabe echar" ¿Qué no los sabe echar?
Te dan ganas de agarrarlo y hacerle en la barriga "przzz" y deshincharlo como una pelota de playa. Pero no lo haces. Lo que haces es cogerlo en brazos y decirle muy clarito:
— Cuchi, cuchi, cuchi…¿qué pasa? Przzzz, Prszzzzzz.

Y es que los niños ¡son lo mejor del mundo!

 

 

Conste que es solo para echarnos unas risas…

que en esta casa el futuro padre va a ser todo un padrazo!!!…

Que ya apunta maneras cada vez que entra por la puerta un bebe…

En fin, espero que os guste!!.

Diálogo de un bebe

Un día antes de nacer, el bebe habló con Dios:

– "No se que voy a hacer al mundo".

Dios le respondió:

– "Te enviaré un ángel… que estará a tu lado".

– "Pero… yo no entiendo su lenguaje!".

– "El ángel te lo enseñará". Él te protegerá del mal".

– "¿Como sabré que estoy en la casa correcta?".

-"Tu ángel te lo dirá todo".

– "¿Y como se llama mi ángel?".

– "Su nombre no tiene importancia… pero tu le llamarás… ¡¡MAMA!!"

El burrito descontento

Érase que se era un día de invierno muy crudo. En el campo nevaba copiosamente, y dentro de una casa de labor, en su establo, había un Burrito que miraba a través del cristal de la ventana. Junto a él tenía el pesebre cubierto de paja seca. – Paja seca! – se decía el Burrito, despreciándola. Vaya una cosa que me pone mi amo! Ay, cuándo se acabará el invierno y llegará la primavera, para poder comer hierba fresca y jugosa de la que crece por todas partes, en prado y junto al camino!

Así suspirando el Burrito de nuestro cuento, fue llegando la primavera, y con la ansiada estación creció hermosa hierba verde en gran abundancia. El Burrito se puso muy contento; pero, sin embargo, le duró muy poco tiempo esta alegría. El campesino segó la hierba y luego la cargó a lomos del Burrito y la llevó a casa. Y luego volvió y la cargó nuevamente. Y otra vez. Y otra. De manera que al Burrito ya no le agradaba la primavera, a pesar de lo alegre que era y de su hierva verde.
– Ay, cuándo llegará el verano, para no tener que cargar tanta hierba del prado! Vino el verano; mas no por hacer mucho calor mejoró la suerte del animal. Porque su amo le sacaba al campo y le cargaba con mieses y con todos los productos cosechados en sus huertos. El Burrito descontento sudaba la gota gorda, porque tenía que trabajar bajo los ardores del Sol. – Ay, qué ganas tengo de que llegue el otoño! Así dejaré de cargar haces de paja, y tampoco tendré que llevar sacos de trigo al molino para que allí hagan harina. Así se lamentaba el descontento, y ésta era la única esperanza que le quedaba, porque ni en primavera ni en verano habia mejorado su situación.
Pasó el tiempo… Llegó el otoño. Pero, qué ocurrió? El criado sacaba del establo al Burrito cada día y le ponía la albarda. – Arre, arre! En la huerta nos están esperando muchos cestos de fruta para llevar a la bodega. El Burrito iba y venía de casa a la huerta y de la huerta a la casa, y en tanto que caminaba en silencio, reflexionaba que no había mejorado su condición con el cambio de estaciones.
El Burrito se veía cargado con manzanas, con patatas, con mil suministros para la casa. Aquella tarde le habían cargado con un gran acopio de leña, y el animal, caminando hacia la casa, iba razonando a su manera: – Si nada me gustó la primavera, menos aún me agrado el verano, y el otoño tampoco me parece cosa buena, Oh, que ganas tengo de que llegue el invierno! Ya sé que entonces no tendré la jugosa hierba que con tanto afán deseaba. Pero, al menos, podré descasar cuanto me apetezca. Bienvenido sea el invierno! Tendré en el pesebre solamente paja seca, pero la comeré con el mayor contento.
Y cuando por fin, llegó el invierno, el Burrito fue muy feliz. Vivía descansado en su cómodo establo, y, acordándose de las anteriores penalidades, comía con buena gana la paja que le ponían en el pesebre. Ya no tenía las ambiciones que entristecieron su vida anterior. Ahora contemplaba desde su caliente establo el caer de los copos de nieve, y al Burrito descontento (que ya no lo era) se le ocurrió este pensamiento, que todos nosotros debemos recordar siempre, y así iremos caminando satisfechos por los senderos de la vida:
 
Contentarnos con nuestra suerte es el secreto de la felicidad.